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La desaparición de Ricardo Harex González: Un dolor que por 23 años Punta Arenas no olvida

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Foto: Joel Estay

El 19 de octubre de 2001, el joven Ricardo Harex González, de tan solo 17 años, desapareció sin dejar rastro cuando salió a una fiesta en Punta Arenas. Aquella noche, la familia Harex, y toda la comunidad magallánica, comenzó a vivir una pesadilla que aún no termina. A 23 años de su desaparición, el dolor persiste en la memoria colectiva de una región que sigue buscando respuestas.

¿Quién es y será Ricardo Harex González?

Ricardo, estudiante del Liceo Salesiano San José, salió de su casa aquella noche con la promesa de volver. Jamás lo hizo. Su ausencia resonó rápidamente en Punta Arenas, una ciudad donde el lazo comunitario es fuerte y los rostros se conocen. Con el paso de los días, la desesperación de sus padres, Margot González y Sergio Harex, se convirtió en la desesperación de toda una comunidad que se unió en cadenas de oración, marchas y búsquedas infructuosas por los alrededores de la ciudad.

La desaparición de Ricardo fue un golpe que Punta Arenas no estaba preparada para recibir. Su nombre se convirtió en sinónimo de dolor e incertidumbre, y desde entonces, las calles de la ciudad han sido escenario de vigilias, manifestaciones y pedidos constantes de justicia. Las noches largas y frías del sur parecen haberse vuelto aún más gélidas para los padres del joven, quienes han vivido cada día con el recuerdo vivo de su hijo y la esperanza de obtener respuestas que nunca llegan.

Margot y Sergio han sido, durante más de dos décadas, la fuerza inquebrantable detrás de la búsqueda de su hijo. Cada 19 de octubre, vuelven a encender una vela, como si el calor de la luz pudiera mitigar el frío de su pérdida. Las fotos de Ricardo, que en un principio llenaban las paredes de su casa con sonrisas de juventud, hoy son recordatorios dolorosos de una vida truncada, de un futuro que nunca llegó.

La comunidad magallánica ha mantenido viva la memoria de Ricardo, porque su desaparición no solo fue una tragedia para su familia, sino para todos. Las historias de su simpatía, de su alegría, de su futuro prometedor como joven estudiante, se han entrelazado con el pesar de aquellos que lo conocieron y también de quienes solo han escuchado su historia con el paso de los años. Ricardo Harex se convirtió en el hijo, el amigo, el hermano que todos extrañan.

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A lo largo de los años, las autoridades han realizado varias investigaciones. Rastrillajes, entrevistas, hipótesis. Sin embargo, el silencio ha sido ensordecedor. Las teorías se han agotado, y las esperanzas de Margot y Sergio han sido puestas a prueba una y otra vez, aunque nunca han dejado de luchar. En 2021, a dos décadas de su desaparición, una vigilia silenciosa volvió a llenar las calles de Punta Arenas, recordando que Ricardo sigue ausente, pero no olvidado.

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Cada año que pasa, el dolor se hace más profundo, pero la comunidad no olvida. Ricardo Harex sigue presente en la memoria magallánica como un símbolo de la lucha por la verdad, una verdad que parece siempre estar fuera de alcance. Las nuevas generaciones que nunca lo conocieron también se han unido a la causa, pidiendo justicia por un joven que desapareció una noche fría de octubre.

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Margot y Sergio viven en una constante espera, una que ningún padre debería enfrentar. La incertidumbre es una herida que no sana, y el paso del tiempo solo ha endurecido las preguntas que siguen sin respuesta. Ellos siguen padeciendo en carne propia el dolor de una ciudad entera, que no puede resignarse a olvidar a Ricardo.

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La desaparición de Ricardo Harex no es solo un misterio, es una herida abierta en el alma de Punta Arenas. Su recuerdo es un llamado a la justicia, un grito silencioso que, aún hoy, resuena en cada rincón de la ciudad. Y mientras no se sepa la verdad, la memoria de Ricardo seguirá viva, como una vela encendida en el corazón de quienes lo amaron y de quienes, incluso sin conocerlo, lo siguen esperando.

La comunidad de Magallanes aún guarda la esperanza de que, algún día, Margot y Sergio encuentren la paz que tanto merecen.

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